La poesía evidente de Jiri Kolar.
Miroslav Micklo.
Jiri Kolár es un poeta que se convirtió en pintor sin saber manejar los medios convencionales de la pintura. Durante unos veinte años (1938-59) ha proseguido su actividad poética y nos ha dado varios libros originales, recorridos por el soplo de una inspiración auténtica y fuerte, así como traducciones de los poetas que le son cercanos y a los cuales ha sabido repensar y re-expresar (aunque no conoce ninguna lengua extranjera) en un checo lleno de vigor: Carl Sandburg, Walt Whitman, T. S. Eliot, Saint John Perse, Samuel Beckett. Ha experimentado los modos de expresión más diversos. Evitando la retórica, las sonoridades de las rimas, el canto melodioso (todo lo que él llamaba il bel canto), empleaba el verso libre, al que sabía nutrir con imágenes asombrosas, pero al cual daba a veces el carácter austero de un testimonio legal, de la constatación austera y cruda de un documento. Contando la vida de las grandes ciudades, descubriendo dramas en la banalidad cotidiana, cantando la miseria y la grandeza del hombre, se inspiraba frecuentemente en el folclor urbano, hablaba una lengua plebeya, parafraseaba en lenguaje vernáculo mitos célebres, trasponía la realidad de nuestros días en una mitología moderna.
Hacia finales de los años cincuenta suprimió la palabra como elemento conductor de creación y de comunicación y emprendió investigaciones en los límites, y más allá de los límites, de la lengua hablaba y escrita. Una de sus primeras realizaciones en el dominio que será desde ahora el de la "poesía evidente" es una colección de tipogramas, de la que ha publicado una selección bajo el título La enseñanza de Gersaint. Se trata de una pequeña galería privada, una serie de hombres que representaban la vanguardia artística, una serie de "retratos", como dice el autor, o más bien una serie de pastiches: imágenes hechas con caracteres de máquina de escribir, compuestas de letras que forman los nombres de los artistas elegidos, de modo que, por ejemplo, las letras MONDRIAN colocadas en líneas horizontales y verticales, componen un cuadro en rectángulos, evocando una pintura del célebre fundador del neoplasticismo. Estos pastiches son una exquisita espiritualidad. Sin duda, s relativamente fácil imitar así el estilo de los artistas que pertenecen a la corriente de la abstracción geométrica, pero Kolár se atreve, con modestos medios dactilográficos, a representar también formas irregulares, curvas cruzadas, capas y chorros de color, materias superpuestas recortes y volúmenes, según los modelos más variados de Brancusi, Burri, Dubuffet, Fontana, Mathieu, Pollock, Schwitters, Tinguely, Wols... Es una curiosa revuelta del escritor, que se venga de su banco de trabajo forzado, de su máquina de escribir, convirtiéndola en máquina de pintar. Anula la tiranía de las líneas rectas y monótomas, el macanismo fastidioso que tortura al escriba. Cambia el desierto gris de los signos tipográficos en floridos terrenos de la imaginación visual. Compite con los poetas chinos que pintan escribiendo, deleitando incluso la mirada de quien no sabe leer lo que han escrito.
Jiri Kolár es un poeta que se convirtió en pintor sin saber manejar los medios convencionales de la pintura. Durante unos veinte años (1938-59) ha proseguido su actividad poética y nos ha dado varios libros originales, recorridos por el soplo de una inspiración auténtica y fuerte, así como traducciones de los poetas que le son cercanos y a los cuales ha sabido repensar y re-expresar (aunque no conoce ninguna lengua extranjera) en un checo lleno de vigor: Carl Sandburg, Walt Whitman, T. S. Eliot, Saint John Perse, Samuel Beckett. Ha experimentado los modos de expresión más diversos. Evitando la retórica, las sonoridades de las rimas, el canto melodioso (todo lo que él llamaba il bel canto), empleaba el verso libre, al que sabía nutrir con imágenes asombrosas, pero al cual daba a veces el carácter austero de un testimonio legal, de la constatación austera y cruda de un documento. Contando la vida de las grandes ciudades, descubriendo dramas en la banalidad cotidiana, cantando la miseria y la grandeza del hombre, se inspiraba frecuentemente en el folclor urbano, hablaba una lengua plebeya, parafraseaba en lenguaje vernáculo mitos célebres, trasponía la realidad de nuestros días en una mitología moderna.
Hacia finales de los años cincuenta suprimió la palabra como elemento conductor de creación y de comunicación y emprendió investigaciones en los límites, y más allá de los límites, de la lengua hablaba y escrita. Una de sus primeras realizaciones en el dominio que será desde ahora el de la "poesía evidente" es una colección de tipogramas, de la que ha publicado una selección bajo el título La enseñanza de Gersaint. Se trata de una pequeña galería privada, una serie de hombres que representaban la vanguardia artística, una serie de "retratos", como dice el autor, o más bien una serie de pastiches: imágenes hechas con caracteres de máquina de escribir, compuestas de letras que forman los nombres de los artistas elegidos, de modo que, por ejemplo, las letras MONDRIAN colocadas en líneas horizontales y verticales, componen un cuadro en rectángulos, evocando una pintura del célebre fundador del neoplasticismo. Estos pastiches son una exquisita espiritualidad. Sin duda, s relativamente fácil imitar así el estilo de los artistas que pertenecen a la corriente de la abstracción geométrica, pero Kolár se atreve, con modestos medios dactilográficos, a representar también formas irregulares, curvas cruzadas, capas y chorros de color, materias superpuestas recortes y volúmenes, según los modelos más variados de Brancusi, Burri, Dubuffet, Fontana, Mathieu, Pollock, Schwitters, Tinguely, Wols... Es una curiosa revuelta del escritor, que se venga de su banco de trabajo forzado, de su máquina de escribir, convirtiéndola en máquina de pintar. Anula la tiranía de las líneas rectas y monótomas, el macanismo fastidioso que tortura al escriba. Cambia el desierto gris de los signos tipográficos en floridos terrenos de la imaginación visual. Compite con los poetas chinos que pintan escribiendo, deleitando incluso la mirada de quien no sabe leer lo que han escrito.
Kolár se interesa en las situaciones límite de la escritura tanto como en las del lenguajes. Advirtiendo que la mayoría de los hombres no sabe ni leer ni escribir, se dedica a fabricar "analfabetogramas", poemas que podrían ser producidos y apreciados por analfabetos. Fabrica también poemas de locos, poemas de ciegos, poemas de escrituras de nudos. Le obsede al parecer, la ambición de crear una especie de esperanto universal, a partir de las fuentes primeras de la expresión, sirviéndose de elementos visuales para traducir la complejidad el mundo. Hace poemas sin contenido, poemas en grupo de letras aleatorias, donde las vocales son remplazadas por los colores, según la clave e Rimbaud, poemas-jeroglifos, poemas en cifras, poemas en imágenes, poemas estratificados, poemas objetos, poemas en navajas de afeitar, poemas en llaves... Desgarra, recorta, desfigura, descompone y recompone, a su manera los textos y las imágenes que encuentra en revistas, calendarios, catálogos, diccionarios, atlas, libros de arte, libros de cánticos, colecciones de grabados, archivos llenos de manuscritos amarillentos y cargados de polvo, publicaciones impresas en caracteres latinos, griegos o hebraicos. Saquea todo un mercado de cosas viejas -pero, ¿con qué devuelve el mundo al caos original, para resucitarlo de sus despojos. Como si sintiera la necesidad de recomenzar siempre la gran aventura, de repetir el drama de la creación, de mantener la vida esperanzada, de nadar contra la corriente, de la entropía, de luchar contra la inercia de lo ya hecho y terminado. Acumula y entremezcla fragmentos dispersos, funde los espacios y los tiempos, la naturaleza y la historia, la realidad y la ficción, la razón y la locura, el orden y el azar. Forma nuevos conjuntos de letras y de signos que han perdido su significación o la frescura de su sentido. Y el "significante" convencional, (para emplear la terminología de la semántica), es roto en pedazos y lanzado a un baño regenerador, y reconquista su fuerza sugestiva, su inocencia primitiva: la escritura vuelve a ser imagen como en los tiempos de los geroglifos, la imagen se asimila a la palabra que ha estado en el comienzo del mundo.
Kolár emplea con la mayor frecuencia la muy conocida técnica del Collage; pero la renueva y la perfecciona, imagina procedimientos insólitos, poniendo su paciente tecnología al servicio de una invención alada, de una experimentación infatigable que lanza a sus crisoles todo objeto hallado: porque ha llegado el tiempo, se impone el deber de hacer poesía con cualquier cosa. Uno de sus procedimientos favoritos es el método de combinaciones de imágenes que él mismo ha bautizado rollage. ¡En qué consiste? Toma reproducciones de pinturas, recorta en ellas tiras regulares o rayos, yuxtapone estos fragmentos según su fantasía, pero no sin orden ni ritmo, y crea así composiciones nuevas. Esto produce efectos extraños, evocando, evocando imágenes reflejadas en el agua ondulada, el espejear del espacio en el tiempo, la sombra de Eurídice que se nos escapa a otro mundo. Las dimensiones dinámicas son introducidas en el sistema estático de la pintura. (...)
Kolár emplea con la mayor frecuencia la muy conocida técnica del Collage; pero la renueva y la perfecciona, imagina procedimientos insólitos, poniendo su paciente tecnología al servicio de una invención alada, de una experimentación infatigable que lanza a sus crisoles todo objeto hallado: porque ha llegado el tiempo, se impone el deber de hacer poesía con cualquier cosa. Uno de sus procedimientos favoritos es el método de combinaciones de imágenes que él mismo ha bautizado rollage. ¡En qué consiste? Toma reproducciones de pinturas, recorta en ellas tiras regulares o rayos, yuxtapone estos fragmentos según su fantasía, pero no sin orden ni ritmo, y crea así composiciones nuevas. Esto produce efectos extraños, evocando, evocando imágenes reflejadas en el agua ondulada, el espejear del espacio en el tiempo, la sombra de Eurídice que se nos escapa a otro mundo. Las dimensiones dinámicas son introducidas en el sistema estático de la pintura. (...)
Claro está que la poesía evidente de Jiri Kolár no deja de tener modelos y antecedentes. Sería fácil señalar los precedentes y las analogías de sus búsquedas escriturales, a partir del Coup de dés de Mallarmé, de los Calligrammes de Apollinaire o de las Palabras en libertad de Marinetti, hasta las recientes experiencias de los letristas. Menos fácil sería recordar lo que lo liga a la tradición dadaísta y surrealista del collage o indicar las afinidades de sus ensamblamientos. Sin embargo, insisto en el hecho de que su obra, en toda su diversidad, se desarrolla con una coherencia muy personal. Podría decirse que lo guía el espíritu del juego, si se piensa tanto en la ingenuidad alegre que hay en los juegos de niños como en ese sentido elevado que se da a veces a la noción de juego; de juego concebido como el principio del acto creador, mediante el cual el hombre penetra en el espacio de la libertad. Se debe añadir que Kolár tiene una idea alta y rigurosa de la poesía. No es casualidad que haya escrito un tratado sobre arte poético, que no es otra cosa que un libre paráfrasis del viejo tratado chino del maestro Sung sobre el arte de la guerra. Al respecto resulta interesante anotar sus palabras sobre la experiencia que le demostró la elocuencia de los ensamblamientos. Durante una visita al museo del campo de concentración de Auschwitz, donde fue sacudido por la acumulación trágica de pobres desechos humanos, vio que todo se hallaba marcado "por un destino terrible, por algo que sobrepasa al arte y que el arte quizá nunca podrá captar". Allí se puso en guardia, dice, contra todo lo que en el arte quiere sólo chocar, provocar, molestar; contra toda clase de exhibicionismo. La poesía es para Kolár un medio de liberación del hombre; mas, para llegar a ella, se requiere de una gran disciplina y una gran pureza.
Kolář Jiří (1914. 2002) Bota a jablko.
Extraído de:
"Arte total". Selección de textos de la revista OPUS. Editorial, Biblioteca ERA. 1974. Miroslav Micklo: “La poesía evidente de Jiri Kolar”. Págs. 144 a 146.
Galerie Ernst Hilger
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